domingo, 14 de agosto de 2011

El principito




Hay muchísimos libros en el mundo; demasiados, incluso. Algunos son auténticas bazofias: biografías de patanes sin ningún mérito, bodrios románticos, historias sin pies ni cabeza y panfletos políticos de todas las ideologías, entre otros. Además, tenemos los libros normalitos, que proporcionan entretenimiento y que nos pueden llegar a gustar, pero se olvidan tan pronto como lees su última frase. También hay libros buenos, e incluso libros que nos marcan por cualquier motivo y que se ganan un hueco en nuestra vida (o, en mi caso, en el blog). Y, por último, existen pequeñas joyas literarias que nos llevarán a cambiar nuestra concepción de la vida. Hoy os hablo de una de las más grandes (a pesar de su brevedad) que he tenido el placer de leer.

Esta obra no es otra que El principito. Siempre he tenido la espinita clavada por no haberlo leído. Siempre he sido muy dada a leer clásicos, porque me encantan y porque aprendo muchísimo, y considero esencial tener una base de conocimientos de literatura, ya que abre la mente y ayuda a conocer nuestro pasado. Pero nunca encontraba el momento de hacerme con un ejemplar de este libro, y no estaba muy segura de que me fuera a gustar.

Así que en un viaje a Madrid vi una edición muy sencillita, un ejemplar en formato pequeño, de Salamandra, con las acuarelas del propio autor, Saint Exupéry, y me hice con él (bueno, en realidad fue un regalo de mi tía). Y al empezar estas vacaciones de verano, y no sin prejuicios, comencé a leerlo. Aquí los verbos comenzar y acabar van de la mano, porque el libro se lee en muy poco tiempo, y del tirón.

La historia en sí es un viaje; o varios, incluso. Es increíble como nos dejamos llevar por su delicadeza y sus enseñanzas, escondidas bajo preciosas frases que rebosan verdad. Una de las más conocidas es la que dice que "lo esencial es invisible a los ojos", últimamente tan manida e incluso utilizada por gente que ni sabe el origen de dicha frase para tatuársela en letras horribles. En fin, que me desvío del tema.

En mi opinión, la clave de la grandeza de la obra es la cantidad de verdades que contiene. El libro emociona porque cuando lo lees te sientes totalmente identificado con cada una de las palabras que encuentras, con cada reacción. Saint Exupéry nos lleva a mundos lejanos, pero con situaciones y, sobre todo, sentimientos, que todos albergamos, aunque algunos parece que los tienen aletargados. En ese viaje a la lejanía, nos muestra a nuestro verdadero yo, cada uno con su situación. Y personas de distintos caracteres, afinidades u opiniones de cualquier tipo pueden sentir lo mismo al leer El principito, algo que sin duda hace todavía más grande este libro.

De pequeña tuve la tentación de leerlo, supongo que por los dibujos tan dulces que la obra incluye, pero alguien que no recuerdo, probablemente un profesor, me recomendó que no lo hiciera, que esperara unos años. Me gustaría darle las gracias, porque tenía razón. Supongo que a un niño le puede hacer gracia el libro, pero no entendería el significado completo del relato.

Por cierto, si os gusta el personaje tanto como a mí y tenéis más posibles que yo, podéis haceros con una joya que he descubierto recientemente: una lámpara preciosa de El prinicipito en su asteroide, a la venta en la FNAC. Simplemente hermosa. También hay ediciones preciosas, en formato grande y con muchas ilustraciones (ojalá algún día me haga con una).

En fin, que espero que os guste muchísimo este libro si lo habéis leído, y os recomiendo que, si por cualquier motivo perdéis la esperanza, lo releáis. Siempre es efectivo volver a nuestro propio asteroide B-612.

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